Después de hace mucho tiempo me
dispongo a escribir, nuevamente, para mi. Y partiré asumiendo mis logros y
debilidades, casi de manera terapéutica, intentando explicarme a mi mismo, el
sentido de estas palabras y la lógica de mi acción.
Alguna vez me gustó alguien. Me
sentí profundamente vinculado a ese alguien. Creí que podría dar la vida por
ese alguien. Sentía que todo se transformaba y revolucionaba por ese alguien.
La realidad ya no era la misma después de ese alguien. Pero ese alguien partió.
Decidió partir. Y con su partida se fueron mis esperanzas y mis ilusiones. Ese
alguien desapareció y no dejo huellas ni rastros. Mis ilusiones aplastadas por
el peso de la fatalidad se desparramaban por mi pieza, mi casa, mi barrio y mi
andar. Ya nada tenía sentido con el partir de ese alguien.
Y me sentí culpable, culpable por
no saber cual fue la causa de su partida, o peor aún, por terminar asumiendo
que yo fui la causa de su partida ¿Por qué me dejaste sin decir nada? Las
condiciones eran terribles, destructivas y amenazantes. La vida ya no tenía
sentido si no podía volver a experimentar la mejor forma de amor que había
conocido (o por lo menos eso creí). Entonces renuncié a todo, a todo lo que había
armado, construido y apreciado, renuncié y a mi mismo, y asumiendo las
condiciones de este fracaso, simplemente desaparecí. Me perdí en la profundidad
de los sentimientos que lo único que gritaban era << ¡Muerte!, ¡Muerte!
¡La vida no tiene sentido si lo único que nos regala es dolor y llanto! ¡Es
mejor la solitaria muerte que una agotadora vida llena de engaños y
sufrimiento! >> Y proseguí mi andar de furia y a desapego de la vida. Me
engañaron, y decidí vengarme. Cuando conocí a alguien interesante, la destruí.
Porque creía que esa era la única forma de amar en este mundo, o porque era
preferible que ella supiera que en este mundo, si no te endureces, y si no te
das cuenta que la gente es cruel, entonces nada tiene sentido. Hice sufrir a
gente importante. Finalmente me hice daño a mi mismo. Y hasta no hace poco, los
ruidos y replicas de esas experiencias me seguían (y a veces creo que siguen)
pasando la cuenta. Quizás lo peor de todo es que, cuando tuve gente a mi lado,
las deje partir. Y cuando quise recuperarlas, ya era demasiado tarde.
Y me volví a sentir culpable
conmigo mismo, culpable porque repetí el trato que yo recibí, y me volví una máquina
de la reproducción. Había destruido tanto mi conciencia, que ya no podía
distinguir entre lo bueno y lo malo. Ya no era lo mismo. Definitivamente ya no
era lo mismo. La alienación, y todo lo que había aprendido de la teoría
marxista, lo viví en carne propia, sin explotación más que la imagen del
fracaso y la desolación de un hombre solitario.
Cuando el camino parece un
profundo pantanal de arenas movedizas, las ganas de andar se ven quebrantadas
ante la realidad. Ya no tenía ganas de nada, ya no podía hacer nada, porque
todo lo que hacía, estaba destinado al fracaso. Y sin embargo, hasta hace muy
poco tiempo, comencé a darme cuenta de que en mi vida, y solo en mi vida, podría
encontrar aquella senda que durante mucho tiempo hice trazar con el andar de
mis pasos esforzados. El sentido de soledad me hizo ser conciente, por razones
que no logro entender ni explicar, de quien soy. Y cuando me di cuenta de que soy
lo que soy, el poco de amor que me quedaba comenzó a emerger nuevamente, y de
las cenizas, una luz de esperanza apareció. Pero esta luz ya no provenía de
afuera, sino de adentro. El amor que comencé a sentir por mi mismo, es lo que
me ha levantado de cada uno de los fracasos y ripios que se asoman por el
asfalto. No me siento un iluminado, pero soy conciente de quien soy. En mi
tiempo de depresión, me devoré cada libro que llegaba a mis manos. Quería saber
que otros habían sentido lo mismo que yo, y efectivamente comprobé que cada
gran mente de esta civilización a padecido, mas de alguna vez, los dolores del
alma que a mi a veces me atormentan. Sartre me ha liberado de cada atadura con
sus reflexiones, que hoy son mi camino y parte de mi cura "...el hombre
está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a si mismo, y sin
embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable
de todo lo que hace..." A partir de ese momento me hago responsable de
cada acto cometido, y puedo decir con total francesa, y sin culpar a nadie, que
soy libre de todo lo que hago. No me siento iluminado, pero se quien soy, y
estoy conciente de mis actos. Si la vida me prepara compañía, y me dispongo a
alzar la vista por si existiera la posibilidad, pues que así sea.