miércoles, 29 de mayo de 2013

El juicio.

¿Donde están tus muertos, dime donde?
Creo encontrar algunos, y aquí se esconden;
en mi pecho, en mi cuerpo, en mi aliento vacío,
en la soledad de mi alma, en mi corazón herido

No mereces ser amada, porque no sabes amarte
No mereces tú la dicha del equilibrio andante
porque tu corazón podrido solo produce tristeza,
porque quien no se ama, solo comparte tormentas

No quise hacer yo el juicio, pero tú me los has permitido
Yo no pretendo salvarme, y por eso no te enjuicio
Soy tan miserable y vil, como lo es tu camino
pero se cuando detenerme, y eso tu no lo has entendido

No pretendo enjuiciarte, pero no tengo salida:
Eres perversa y cruel, y aún así me conquistas
¡Por eso te maldigo, porque no tengo respuesta
a este amor imbécil que por ti se hace tiniebla! 

(DIST).

jueves, 9 de agosto de 2012

jueves, 26 de julio de 2012

Mi Proyecto.


La miro y la deseo
Pero no hay proyecto
La busco en lo profundo
Pero no hay proyecto
Busco en todo su mundo
Y aún así, no hay proyecto

Tonta fuerza ingrata
¿Merece mi atención malgastada?
Rebotan mis anhelos
En su quimera capsula que espanta
Mis sentimientos sinceros
Que ante ella no valen nada

¿Qué sería del hombre
Si en su andar no existe proyecto?
¿Qué diría Jean Paul Sartre
Si la libertad no fuese un consuelo?
Soy libre si escucho
Mis voluntades, mis verdades y anhelos
Pero si ella no quiere buscarme
Entonces, ya no estará en mi proyecto. 

(DIST). 

martes, 24 de julio de 2012

Vuelvo por mi...


Después de hace mucho tiempo me dispongo a escribir, nuevamente, para mi. Y partiré asumiendo mis logros y debilidades, casi de manera terapéutica, intentando explicarme a mi mismo, el sentido de estas palabras y la lógica de mi acción.
Alguna vez me gustó alguien. Me sentí profundamente vinculado a ese alguien. Creí que podría dar la vida por ese alguien. Sentía que todo se transformaba y revolucionaba por ese alguien. La realidad ya no era la misma después de ese alguien. Pero ese alguien partió. Decidió partir. Y con su partida se fueron mis esperanzas y mis ilusiones. Ese alguien desapareció y no dejo huellas ni rastros. Mis ilusiones aplastadas por el peso de la fatalidad se desparramaban por mi pieza, mi casa, mi barrio y mi andar. Ya nada tenía sentido con el partir de ese alguien.
Y me sentí culpable, culpable por no saber cual fue la causa de su partida, o peor aún, por terminar asumiendo que yo fui la causa de su partida ¿Por qué me dejaste sin decir nada? Las condiciones eran terribles, destructivas y amenazantes. La vida ya no tenía sentido si no podía volver a experimentar la mejor forma de amor que había conocido (o por lo menos eso creí). Entonces renuncié a todo, a todo lo que había armado, construido y apreciado, renuncié y a mi mismo, y asumiendo las condiciones de este fracaso, simplemente desaparecí. Me perdí en la profundidad de los sentimientos que lo único que gritaban era << ¡Muerte!, ¡Muerte! ¡La vida no tiene sentido si lo único que nos regala es dolor y llanto! ¡Es mejor la solitaria muerte que una agotadora vida llena de engaños y sufrimiento! >> Y proseguí mi andar de furia y a desapego de la vida. Me engañaron, y decidí vengarme. Cuando conocí a alguien interesante, la destruí. Porque creía que esa era la única forma de amar en este mundo, o porque era preferible que ella supiera que en este mundo, si no te endureces, y si no te das cuenta que la gente es cruel, entonces nada tiene sentido. Hice sufrir a gente importante. Finalmente me hice daño a mi mismo. Y hasta no hace poco, los ruidos y replicas de esas experiencias me seguían (y a veces creo que siguen) pasando la cuenta. Quizás lo peor de todo es que, cuando tuve gente a mi lado, las deje partir. Y cuando quise recuperarlas, ya era demasiado tarde.
Y me volví a sentir culpable conmigo mismo, culpable porque repetí el trato que yo recibí, y me volví una máquina de la reproducción. Había destruido tanto mi conciencia, que ya no podía distinguir entre lo bueno y lo malo. Ya no era lo mismo. Definitivamente ya no era lo mismo. La alienación, y todo lo que había aprendido de la teoría marxista, lo viví en carne propia, sin explotación más que la imagen del fracaso y la desolación de un hombre solitario.
Cuando el camino parece un profundo pantanal de arenas movedizas, las ganas de andar se ven quebrantadas ante la realidad. Ya no tenía ganas de nada, ya no podía hacer nada, porque todo lo que hacía, estaba destinado al fracaso. Y sin embargo, hasta hace muy poco tiempo, comencé a darme cuenta de que en mi vida, y solo en mi vida, podría encontrar aquella senda que durante mucho tiempo hice trazar con el andar de mis pasos esforzados. El sentido de soledad me hizo ser conciente, por razones que no logro entender ni explicar, de quien soy. Y cuando me di cuenta de que soy lo que soy, el poco de amor que me quedaba comenzó a emerger nuevamente, y de las cenizas, una luz de esperanza apareció. Pero esta luz ya no provenía de afuera, sino de adentro. El amor que comencé a sentir por mi mismo, es lo que me ha levantado de cada uno de los fracasos y ripios que se asoman por el asfalto. No me siento un iluminado, pero soy conciente de quien soy. En mi tiempo de depresión, me devoré cada libro que llegaba a mis manos. Quería saber que otros habían sentido lo mismo que yo, y efectivamente comprobé que cada gran mente de esta civilización a padecido, mas de alguna vez, los dolores del alma que a mi a veces me atormentan. Sartre me ha liberado de cada atadura con sus reflexiones, que hoy son mi camino y parte de mi cura "...el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a si mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace..." A partir de ese momento me hago responsable de cada acto cometido, y puedo decir con total francesa, y sin culpar a nadie, que soy libre de todo lo que hago. No me siento iluminado, pero se quien soy, y estoy conciente de mis actos. Si la vida me prepara compañía, y me dispongo a alzar la vista por si existiera la posibilidad, pues que así sea. 

sábado, 13 de febrero de 2010

Cambiar el Mundo; la visión de Leonardo Boff

Esta lectura la encuetro encantadora, del ex Sacerdote Leonardo Boff, Teólogo de la Liberación, quién nos hace reflexionar sobre la necesidad de cambiar las formas culturales y normativas de esta sociedad capitalista al vorde del colapso ecológico. Ve en la crisis la necesidad de crear un nuevo paradigma que de alguna manera nos invite a hacer praxis un pensamiento nuevo, colectivo, planetario. un gran aporte para los que desean un mundo mejor. Aquí va el link de su columna semanal y acontinuación copio su último artículo.
«Si no os convertís, todos pereceréis»
Dice Jesús en los evangelios: «Si no os convertís, todos pereceréis». Dicho de otro modo: «Si no cambiáis de modo de ver y de actuar, todos pereceréis». Nunca estas palabras me parecieron tan verdaderas como cuando presencié la Crónica de Copenhague, un documental de la TV francesa, emitido a través de un canal de pago en Brasil y, supongo, que en todo el mundo. En la COP-15 celebrada en Copenhague en diciembre pasado, se reunieron los representantes de las 192 naciones para decidir la reducción de las tasas de los gases de efecto invernadero, productores del calentamiento planetario.
Todos fueron allí con el deseo de hacer algo. Pero las negociaciones, después de una semana de debates intensísimos, llegaron a un punto muerto y no se decidió nada. ¿Cuáles fueron las causas de este impasse que provocó decepción y rabia en el mundo entero?
En primer lugar, creo que no había suficiente conciencia colectiva de las amenazas que pesan sobre el sistema-Tierra y sobre el destino de la vida. Era como si los negociadores hubiesen sido informados de que un Titanic se estaba hundiendo sin darse cuenta de que esa era la nave en el cual ellos estaban, la Tierra.
En segundo lugar, no se tenía claro que el objetivo principal era: impedir que el termómetro de la Tierra suba más de dos grados centígrados, porque entonces conoceremos la tribulación de la desolación climática. Para evitar tal tragedia urge reducir la emisión de gases de efecto invernadero, con estrategias de adaptación, mitigación, concesión de tecnologías a los países más vulnerables y financiación abundante para estimular tales medidas. La preocupación ahora no es garantizar la continuidad del statu quo sino dar centralidad al sistema Tierra, a la vida en general y a la vida humana en particular.
En tercer lugar, faltó una visión colectiva. Muchos negociadores dijeron claramente: estamos aquí para representar los intereses de nuestro país. Error. Lo que está en juego son los intereses colectivos y planetarios y no los de cada país. Eso de defender los intereses del país es propio de los negociadores de la Organización Mundial de Comercio, que se rigen por la competencia y no por la cooperación. Cuando predomina la mentalidad de los negocios la lógica que funciona, denunciada por muchos bien intencionados en Copenhague, es la siguiente: no hay confianza pues todos desconfían de todos, todos están a la defensiva, no ponen las cartas sobre la mesa por miedo a la crítica y al rechazo, todos se reservan el derecho de decidir sólo en el último momento como en un juego de póquer. De los grandes jugadores, China observaba, Estados Unidos callaba, la Unión europea quedó aislada, y los africanos, las grandes víctimas, ni siquiera fueron tomados en consideración. Brasil mostró coraje al final con las palabras de denuncia del Presidente Lula.
Por último, el fracaso de Copenhague —bien lo dijo Lord Stern allí presente— se debió a la falta de voluntad para vivir juntos y pensar colectivamente. Tales cosas son herejías para el espíritu capitalista enfundado en su individualismo. Éste no está en absoluto interesado en que vivamos juntos, pues la sociedad para él no pasa de un conjunto de individuos disputando furiosamente la mayor tajada del pastel llamado Tierra.
Jesús tenía razón: si no nos convertimos, es decir, si no cambiamos este tipo de pensamiento y de práctica hacia una línea de cooperación universal, jamás llegaremos a un consenso salvador. E iremos al encuentro de los dos grados Celsius de calentamiento, con sus dramáticas consecuencias.
La valiente negociadora francesa Laurence Tubiana al hacer el balance final dijo resignadamente: «los peces grandes siempre se comen a los pequeños y los cínicos siempre ganan la partida, pues ésa es la lógica de la historia». No podemos aceptar ese derrotismo. El ser humano es resiliente, o sea, puede aprender de sus errores y, en la urgencia, puede cambiar. Me quedo con el paciente jefe de los negociadores, Michael Cutajar, que al final de un fracaso dijo: «mañana lo haremos mejor».
Esta vez la única alternativa salvadora es pensar juntos, actuar juntos, soñar juntos y cultivar la esperanza juntos, confiando en que la solidaridad sea lo que fue en el pasado: la fuerza secreta de nuestra mejor humanidad.

lunes, 11 de enero de 2010

Reflexión coyunturalmente trasendental


¿Que se necesita para cambiar la vida? A mi modo de ver, lo elemental es la voluntad. Pero antes de querer cambiar algo hay una pregunta básica que siempre me hago sobre mi mismo ¿soy feliz? Y es que cuando lo planteo, entendiendo que una de las cosas que desea el hombre por esencia es la felicidad y que esta puede ser entendida como amor (y el amor como la capacidad de acción, praxis), el soy, partiendo desde el yo, inicia una serie de cuestionamientos que a la larga me llevan a la mas dolorosa de las condiciones, y también a la mas poderosa; yo ante el mundo, yo ante el medio, yo ante yo. El todo. Lo mas inmediato sería decir a la pregunta ¿soy feliz?, un no. Un no dinámico, pesimista y esperanzador. No lo soy en la medida que puedo entender mi condición alienada a formas que no podré combatir nunca, como la hegemonía cultural individualista, que e internalizado y me hacen seguir un ciclo, y como la forma en que mi entorno social pareciera consumirse ante el consumo (Moulian, 2002) y como me siento más solo y nihilista a veces, cosa que creo no es distinta a la de muchos otros hombres y mujeres en esta rara especie llamada humanidad. Lo que se transforma en esperanza es esa loca idea surrealista de, si al menos no podré cambiar el mundo entero, si puedo cambiar mi realidad y parte de mi entorno con el que de alguna manera tengo un compromiso. En la medida de mis responsabilidades, llámese ética o moral, desearía transformar en algo lo que puedo y esta a mi alcance. Pero el conflicto se materializa cuando intento hacer praxis la voluntad. La voluntad la entiendo como la capacidad creadora y constructora, pues como Nietzsche planteara, para crear se debe deshacer la historia, la memoria, destruir lo hecho para procrear lo nuevo. El estado de animo me estancaría si recordara los hechos trágicos de mi existencia, pero para crear debo olvidar, o por lo menos pensar el hoy. Casi el hoy sin culpa del ayer. Soy feliz en la medida que pienso en el hoy y futuro. Soy feliz en la medida que pienso que lo que hago lo hago bien, siento placer cuando lo hago en el momento. Pero cuando recuerdo el ayer, lo traumático, dejo de serlo. ¿Que se necesita para cambiar la vida? Hoy día creo que de voluntad para olvidar y voluntad para ser feliz, o siendo mas profundo aún, voluntad para trascender. En eso estoy….

viernes, 15 de mayo de 2009

Dominio....

Cuando hablo de amor, lo hago entendiendo que el amor más que un adjetivo o un sustantivo es un verbo. Entonces el verbo se vive, se actúa, se inserta en la conciencia, y se es capas de crear en base de la fuerza poderosa y revolucionaria del amor. Es por eso que quizá choco con los parámetros ortodoxos que el materialismo busca inculcar entre nosotros. Desde el marxismo clásico y el capitalismo que reducen el actuar humano a una relación netamente material, quizá sea momento de entender la realidad desde otros parámetros, quizá mas culturales, quizá mas psicológicos, quizá mas libertarios. No niego la relación de dominio material, pero si entiendo que las relaciones de poder y dominio se dan además en los parámetros abstractos culturales de la sociedad. se expresan en la cultura de nuestras comunidades. Porque el dominio no solo lo ejerce el burgués a la clase trabajadora, o el patrón al campesino explotado. Además lo ejerce la iglesia, el Estado, los políticos, la policía, los militares, los profesores, y un sin fin de hombres representantes de las instituciones de dominio. Esto implica que su legitimidad no solo se adopta en relación a los medios de producción, sino que además a la reproducción de los modelos de dominio. La estructura en si misma pareciese domesticarnos al dominio. Desde el psicoanalista Erich Fromm y su estudio del poder en el "Miedo a la Libertad", podemos entender que las relaciones de dominio no solo son defectuosas para el dominado sino que además lo son para el que domina, pues ambos en su búsqueda por la realización del “YO” y el quehacer con la soledad, llenan su vacío con la experiencia de la sumisión (masoquismo) o el dominio (sadismo). Si así funcionan las superestructuras modernas, entonces quizá sea necesario sanarnos de ellas desde la crítica y la acción directa desde abajo, desde lo más profundo del modelo; desde la realidad de los oprimidos en todos los aspectos, los obreros, los campesinos, las mujeres, los estudiantes, los indios, etc. Los sectores populares en todos los aspectos. Como lo diría Foucault, sería necesario desenmascarar a todas las instituciones que pretenden ser vistas como neutrales aun siendo estas el principal foco de legitimación de dominio y poder.